Como seres
humanos, todos queremos ser felices y estar libres de la desgracia, todos hemos
aprendido que la llave de la felicidad es la paz interna. Los mayores
obstáculos para la paz interna son las emociones perturbadoras como el odio,
apego, miedo y suspicacia, mientras que el amor y la compasión son las fuentes
de la paz y la felicidad.
Dalai Lama.
Uno de los mayores retos que desde hace siglos se le presenta a la humanidad es el control de las emociones, el poder dominar aquellas emociones que nos perturban. Todos suponemos que las emociones se generan en el sistema nervioso pero, ¿dónde se generan las negativas? Es en este punto donde deberíamos empezar a hablar de la amígdala cerebral que, en especial durante los últimos meses, ha ocupado muchas horas de trabajo de aquellos que desean saber qué es lo que sucede en un cerebro corrupto.
La amígdala forma parte del llamado cerebro
profundo, ese donde priman las emociones básicas tales como
la rabia o el miedo, también el instinto de supervivencia, básico sin duda para
la evolución de cualquier especie. Es la responsable de que podamos escapar de
situaciones de peligro, y también la que
nos obliga a recordar nuestros traumas infantiles, y todo aquello que nos ha
hecho sufrir en algún momento. Muchos científicos están intentando determinar qué tipo de detalles
bioquímicos afectan a esta estructura para aplicarlos a posibles tratamientos
terapéuticos y farmacológicos con los que minimizar los traumas infantiles.
Veamos un ejemplo para entenderlo mejor:
Supongamos que vamos al cine a ver una
película 3D. Estamos sentados tranquilamente en la butaca y tras unos minutos
de escenas muy normalitas aparece un león por un lado de la pantalla que da un
salto hacia delante, y que gracias a la tecnología 3D, parece que se sale de la
pantalla.Todos hemos experimentado esa
sensación de que nos da un vuelco el corazón, de que los músculos se nos contraen y estamos a punto de pegar un grito. Pero no ha
transcurrido un segundo y el susto ya ha pasado, ya nos hemos calmado.
Lo mismo ocurre cuando vamos caminando de
noche por una calle oscura que pueda ser peligrosa, alguien se nos acerca y de
repente comenzamos a huir. Es precisamente la amígdala la que nos da la señal
de alerta en ambos casos y hace que se produzcan esas reacciones que todos
hemos tenido alguna vez.
De estos ejemplos también podemos deducir
otra de las grandes funciones de la amígdala: el aprendizaje. Gracia a estas
experiencias quizás aprendamos a estar alerta y no asustarnos tanto en las escenas siguientes o, quizás, evitemos
pasar por calles peligrosas en plena noche. Y todo esto está directamente
ligado con la memoria: La amígdala está asociada en asentar nuestros
recuerdos, son muchas las ocasiones en las que determinados hechos están
asociados a una emoción muy intensa: una escena de infancia, una pérdida, un
instante en que hemos sentido inquietud o miedo…
Para terminar hablaré acerca del llamado "secuestro de
la amígdala". Este es un término
acuñado por el psicólogo Daniel Goleman
para explicar aquellas reacciones emocionales incontrolables. Goleman nos cuenta que el secreto
de que nos volvamos irracionales tiene que ver con la falta momentánea e
inmediata de control emocional porque la amígdala asume el mando en nuestro
cerebro.
En resumen diré que me llama especialmente la atención como algo
tan pequeño, comparado con el tamaño total de nuestro cuerpo, es capaz de
apoderarse completamente de él. Quizá le encontremos sentido a todo esto si nos
paramos a pensar que durante miles de
años la vida de nuestra especie se basaba en la supervivencia, y se daban
situaciones tan sumamente peligrosas en las que si te parabas a pensar morías,
sólo había tiempo para actuar. Por otra parte, para salir del secuestro de la
amígdala, que debido a nuestra forma de vida y a la velocidad a la que vivimos
resulta mucho más común de lo que
deberíamos, debemos poner un espacio entre lo que ya ha ocurrido (que ha podido
con nosotros en un momento dado y puntual) y el momento actual. A todos
nuestros padres nos han dicho eso de: "cuenta hasta diez cuando estés
enfadado antes de hablar o de hacer algo" y, lo cierto es que si lo
hiciéramos más a menudo nos ayudaría a huir del estrés excesivo y de las
"reacciones en caliente".
FUENTES:
Buena entrada, Sara.
ResponderEliminarSaludos